El horror volvió a apoderarse de las cárceles ecuatorianas. En el penal de Machala, en la provincia de El Oro, una jornada de extrema violencia dejó al menos 31 internos sin vida y decenas de heridos. Lo que comenzó como un motín armado en la madrugada, con disparos y explosiones que estremecieron al vecindario, se transformó horas después en una tragedia aún mayor cuando fueron hallados 27 cuerpos más, aparentemente asfixiados.
Las autoridades aseguran que el motín se originó por una reorganización de reclusos ante la apertura de una nueva cárcel de máxima seguridad, pero el caos desbordó toda explicación. Equipos de élite retomaron el control del penal y capturaron a siete implicados, mientras familiares de los presos esperaban entre la incertidumbre y el miedo.
Ecuador vive una crisis penitenciaria que parece no tener fin. Desde 2021, más de 500 reclusos han perdido la vida en enfrentamientos entre bandas criminales que dominan las prisiones y manejan el narcotráfico desde adentro. El gobierno de Daniel Noboa, que en 2024 militarizó los penales, enfrenta ahora una nueva muestra del fracaso del sistema carcelario y de la violencia que sigue creciendo tras los muros.