El presidente Luis Arce llegó a Brasil con una agenda que mezcla política y salud, en una visita que va más allá de la diplomacia. Entre reuniones con Luiz Inácio “Lula” da Silva y revisiones médicas, el mandatario boliviano proyecta una imagen de continuidad y fortaleza, tanto en lo personal como en lo institucional.
Durante el encuentro con Lula, ambos mandatarios reafirmaron su compromiso con la cooperación energética, comercial y de infraestructura, destacando la construcción del puente sobre el río Mamoré como símbolo de integración. Arce habló de “una amplia y estratégica agenda” que busca blindar los proyectos conjuntos ante los vaivenes políticos.
Pero detrás de los acuerdos bilaterales, el viaje también tiene un trasfondo íntimo: Arce aprovechó su paso por Brasil para realizar su control médico anual, un seguimiento necesario después del cáncer renal que superó en 2017. Su equipo de comunicación insistió en que se trata de un chequeo rutinario, en aras de la transparencia y para evitar especulaciones sobre su estado de salud.
El mandatario, que en su momento enfrentó la enfermedad con el apoyo ciudadano, muestra ahora que la salud y la gestión pública no son mundos separados. Su viaje combina el deber de gobernar con el deber de cuidarse, recordando que la estabilidad de un país también pasa por el bienestar de quien lo lidera.