El padre Alberto Ravagnani, conocido en redes como “Un Prete in Palestra” (“Un sacerdote en el gimnasio”), se ha convertido en el rostro de una nueva generación de religiosos que intentan llevar la fe más allá del púlpito… incluso hasta el gimnasio.
Con apenas 32 años y más de 430 mil seguidores, Ravagnani combina oración, rutinas de ejercicio y mensajes motivacionales con estética de influencer. Su lema es claro: “ser santo también implica cuidar el cuerpo”. Pero su salto a la fama digital encendió alarmas dentro de la Iglesia católica cuando una marca de suplementos comenzó a patrocinar sus videos.
“Rezar no es suficiente, chicos. Hay que ser fuertes, también físicamente”, dice en uno de sus clips. Para el arzobispo de Milán, Mario Delpini, esa mezcla de evangelización y promoción comercial rompe con la sobriedad del ministerio sacerdotal. Le pidió moderar su imagen y dejar los patrocinios, recordándole que su misión “no es vender, sino servir”.
El caso ha dividido opiniones. Algunos jóvenes ven en Ravagnani un puente entre fe y realidad moderna; otros lo acusan de usar la religión como trampolín mediático.
En el fondo, su historia abre una discusión más profunda: ¿puede la Iglesia adaptarse a la lógica de las redes sociales sin perder su esencia? El padre Ravagnani insiste en que su misión es inspirar, no lucrar. Pero su figura deja una pregunta suspendida en el aire:
¿hasta dónde puede llegar la fe cuando se convierte en contenido?