En Beni, la gasolina se ha convertido en un bien de lujo. Los ciudadanos pagan hasta 50 bolivianos por dos litros y soportan filas de hasta una semana para conseguir un poco de combustible. En Trinidad, las estaciones apenas operan unas horas al día y los fines de semana están completamente cerradas. La situación es aún más crítica en las provincias de Mamoré, Iténez y Yacuma, donde los surtidores llevan más de 20 días sin abastecerse.
El diputado Genghis Justiniano denunció públicamente lo que calificó como una "mala administración" del sector hidrocarburos y acusó al MAS de estar más ocupado en sus pugnas internas que en garantizar el suministro. “Nos dicen que hay abastecimiento, pero aquí se vive otra realidad”, afirmó, señalando directamente a YPFB y la ANH por ocultar el verdadero alcance de la crisis.
El impacto ha sido devastador para la economía local: el 80% del servicio de mototaxis está paralizado y el transporte interprovincial se ha reducido en un 60%. Muchas familias viven atrapadas en filas interminables o han tenido que abandonar temporalmente sus actividades económicas por falta de movilidad. El desabastecimiento golpea no solo a la infraestructura del transporte, sino a la vida diaria de miles de benianos.
La crisis del combustible en Beni refleja un problema más amplio que afecta a varios departamentos del país. Entre denuncias, especulación y propaganda oficial, el país enfrenta una creciente tensión social. En medio del silencio o las respuestas ambiguas del gobierno, la población continúa esperando soluciones concretas mientras el combustible se vuelve cada vez más escaso e inaccesible.