El narcotráfico en Bolivia se caracteriza principalmente por la operación de clanes familiares a pequeña escala, según el Informe Mundial sobre Drogas 2025 de la ONU. Estas redes priorizan el comercio y la colaboración en la cadena global de drogas, en lugar del control territorial y la violencia, lo que las hace menos visibles pero igualmente eficaces.
A diferencia de grandes cárteles jerárquicos como el Cártel de Sinaloa o la Camorra, que dependen de estructuras rígidas y el uso abierto de la violencia para controlar territorios, las organizaciones bolivianas funcionan de manera descentralizada y horizontal. Esta fragmentación permite a sus miembros especializarse en distintas tareas como transporte, almacenamiento y lavado de dinero, lo que reduce riesgos y facilita su permanencia pese a acciones policiales.
El informe destaca que esta forma de operar representa un gran desafío para las fuerzas de seguridad, ya que no basta con atacar a líderes visibles; es necesario infiltrarse y romper la confianza entre células para desarticular estas redes. La naturaleza comercial y flexible de estos grupos exige estrategias de inteligencia más sofisticadas que la confrontación directa.
Finalmente, el estudio subraya la dimensión global del narcotráfico como principal fuente de financiamiento del crimen organizado, con mercados que generan cientos de miles de millones de dólares anualmente. En este contexto, las pequeñas redes bolivianas cumplen un rol crucial, actuando como piezas clave dentro de una compleja red mundial difícil de erradicar
